Merry Christmas and Happy New Year
domingo, 1 de diciembre de 2013
Pennuti
Merry Christmas and Happy New Year
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viernes, 1 de noviembre de 2013
El Palacio Nacional de la República Dominicana
Guido D’Alessandro
El palacio nacional
de la República Dominicana, es la obra de un ingeniero italiano, Guido
D’Alessandro, llegado a Santo Domingo en 1927. Una vez acabados sus estudios,
estaba a punto de emigrar a los Estados Unidos de América. En este momento,
entra en escena Amedeo Barletta, Cónsul General de Italia en Santo Domingo que
conociéndolo, lo invita a establecerse en la mencionada ciudad. En la obra de
convencimiento, el Cónsul entre otras cosas
le dijo: Guido, en los Estados Unidos serías un grano de arena, aquí
serías la playa.
Guido D’Alessandro
nació en Bovino, un municipio en la provincia de Foggia, el 16 de Diciembre de
1895, de Luigi D’Alessandro y Emilia Lombardi. Al estallido de la primera
guerra mundial, tuvo que interrumpir los estudios y servir a su patria en el
frente austriaco, desde el 1915. Herido en combate en 1917, fue tratado en el
hospital militar en Roma y enviado de nuevo al frente. Fue nuevamente herido y
al curarse fue suspendido definitivamente del servicio, pero a guerra ya
concluida.
Una vez en Santo
Domingo, participa en su primera competencia, la construcción del puerto de
Montecristi, al norte del país, acaparándose el trabajo. Mientras desarrolla el
proyecto, conoce y se enamora de Carmen Tavárez, con quien se casó el 26 de
Abril de 1930, con la cual tuvo siete hijos. Después de muchas obras realizadas
con brillantez, en el periodo de la dictadura de Trujillo, el dictador le comisiona
la que sería su obra maestra, la construcción del palacio nacional. Entre 1939
y 1944, Guido prepara el proyecto más importante de la época en la República
Dominicana. Concluyó la construcción de 16.500 mq, en 1947.
Guido D’Alessandro,
murió y fue enterrado a Santo Domingo, su querida ciudad de adopción, en 15 de
Marzo de1954.
Guido D’Alessandro
Il palazzo nazionale della Repubblica Dominicana,
è opera di un ingegnere italiano, Guido D’Alessandro, giunto a Santo Domingo
nel 1927. Una volta finiti gli studi, si accingeva a espatriare per gli Stati
Uniti d’America. In questo momento, entra in scena Amedeo Barletta, Console
Generale d’Italia a Santo Domingo che conoscendolo, lo invita a stabilirsi
nella succitata città. Nell’opera di convincimento, il Console tra l’altro gli
disse: Guido, negli Stati Uniti saresti un granello di sabbia, qui saresti la
spiaggia.
Guido D’Alessandro nacque a Bovino, un comune in
provincia di Foggia, il 16 dicembre 1895, da Luigi D’Alessandro ed Emilia
Lombardi. Allo scoppio della prima guerra mondiale, dovette interrompere gli
studi e servire la patria sul fronte austriaco, sin dal 1915. Ferito in
combattimento nel 1917, fu curato nell’ospedale militare di Roma e rispedito ancora
al fronte. Fu nuovamente ferito e a guarigione avvenuta, fu definitivamente
sospeso dal servizio, comunque a guerra ormai conclusa.
Una volta a Santo Domingo, partecipa al suo primo
concorso, la costruzione del porto di Montecristi, al nord del paese,
assicurandosi il lavoro. Mentre sviluppa il progetto, conosce e si innamora di Carmen
Tavárez che sposò il 26 aprile del 1930 e dalla quale ebbe sette figli. Dopo
tante opere realizzate con brillantezza, nel periodo della dittatura di
Trujillo, il dittatore gli commissiona quella che sarebbe stata la sua opera
magna, la costruzione del palazzo nazionale. Tra il 1939 e il 1944, Guido
prepara il progetto dell’opera più importante dell’epoca in Repubblica
Dominicana. Terminò la costruzione di 16.500 mq, nel 1947.
Guido D’Alessandro, morì e fu sepolto a Santo
Domingo, nella sua cara città d’adozione, il 15 marzo del 1954.
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martes, 1 de octubre de 2013
Texto de "Colón y yo" 2011
Viaje a los Ínferos
Parte II
En septiembre de 1493, diecisiete barcos y mil quinientos hombres
partieron para el segundo viaje hacia las Indias, con el objetivo
de continuar los descubrimientos y colonizar los territorios hallados, tras una
escala en las islas Canarias, que se convirtió en algo habitual en los
siguientes viajes. A su llegada al fuerte La Navidad, el 28 de noviembre de 1493, Colón encontró asesinados a los treinta y nueve hombres
que había dejado en el primer viaje y el fuerte reducido a un montón de
cenizas. Después de hacer las debidas investigaciones entre los indígenas sobre
el trágico fin del fuerte, el Almirante encontró en la desembocadura del rio
Bajabonico, un sitio idóneo para la fundación de la primera
ciudad española en América que se realizó el 6 de enero de 1494 y la bautizó como La
Isabela, en honor a la reina Isabel la Católica.
El objetivo fundamental de dicho asentamiento era
establecer una base para el intercambio de productos hispanos, por alimentos y
oro de los indígenas. La Isabela se convirtió luego en el punto de partida para
conquistar territorios, en cuanto los indígenas se negaron a colaborar. Surgieron
conflictos y tras una corta lucha, Cristóbal Colón, impuso a los vencidos la
esclavitud y el pago de un tributo en oro y algodón. En marzo de 1496, regresó
a España dejando construidas seis fortalezas y el mando a su hermano Bartolomé.
Al regreso a España, recibió críticas de los reyes por la falta de rentabilidad
de sus empresas, pero se justificó con el fin evangelizador.
Al comienzo, Colón, pensó que podía manejar todos los aspectos relacionados con las nuevas tierras, sin imaginar que había descubierto un continente y consecuentemente territorios tan vastos que ni él ni nadie, habría podido administrar. Con la clásica presunción que distingue a los seres humanos, estaba convencido de que Dios estaba de su parte en el desarrollo de esta empresa y se sentía invencible. Partió con la idea de abrir una nueva ruta hacia las Indias, pero con el tiempo, se concentró en sacar provecho de las tierras que había encontrado, dejando a un lado su proyecto inicial.
La ruta
entre la Península Ibérica y América está condicionada por los vientos y las
corrientes marinas. De ahí la rigidez de las rutas existentes. A la ida,
después de la cómoda escala en las Canarias, para cargar víveres y agua, hay
que dejarse llevar por los alisios, hasta alcanzar una de las Grandes Antillas.
Esto explica la importancia estratégica de Santo Domingo, etapa casi
obligatoria tanto a la ida como a la vuelta. El regreso se hace por el norte,
dejándose llevar por la corriente del golfo, a partir da las Bermudas. La
escala en Las Azores no es obligatoria pero es frecuente y cómoda. La
navegación se hacía en convoyes, para mayor seguridad. El tiempo empleado era
aproximativamente de treinta días para la ida y de cuarenta y cinco días para la vuelta. En el segundo
viaje, en su parada en las Canarias, Cristóbal Colón, recogió cepas de caña de
azúcar que luego plantó a La Isabela. La
caña prendió con facilidad y se difundió rápidamente en toda la isla. El auge
de la industria azucarera duró hasta la mitad del siglo XVI, para levantarse
otra vez en el siglo XVIII. La zafra que es la cosecha de la caña de azúcar, se
molía en un trapiche para extraerle el jugo o guarapo. Para su movimiento se
utilizaba la fuerza humana o de los animales de tiro.
Colón viaja por tercera
vez rumbo a las Indias, en enero de 1498. De las ocho naves que componen la
flota, cinco pasan a reforzar los establecimientos de La Española y tres se
dedican a nuevos descubrimientos. A finales de julio, Colón se encuentra en la
isla de Trinidad, explora la costa venezolana y la desembocadura del río
Orinoco y en agosto regresa a La Española. Desde este momento, los conflictos
políticos y administrativos lo absorben por completo, impidiéndole continuar con las exploraciones. Tuvo que hacer frente a una sublevación indígena y a una de los españolas,
acaudillados por Francisco Roldán, deteniéndolas con algunas medidas de fuerza.
En 1500, llega a La Española un enviado real, Francisco Bobadilla, con plenos
poderes para poner orden en la colonia. Bobadilla halló culpable a Colón de
todos los males. Se apoderó de su casa, papeles y bienes, le abrió un proceso y
lo remitió a España en grilletes junto a sus hermanos Diego y Bartolomé.
Acababa así la etapa de gobierno personalista del Nuevo Mundo y empezaba un
nuevo orden. Cristóbal Colón, llegó a España en noviembre de 1500. Aunque los
reyes mandaron a ponerlo en libertad de inmediato, sus enormes privilegios habían
desaparecido. Cristóbal Colón había triunfado como marinero y descubridor, pero
había fracasado como gobernante.
Este
hecho fue de gran decepción para el Almirante. Nunca habría imaginado ser
tratado de esa manera, después de haber realizado una hazaña de esa envergadura.
Juzgado, deportado y despojado de sus títulos, una vez en
libertad se le permitió, de usar el titulo de Almirante, para poder continuar solamente con el
trabajo de descubridor. En el cuarto y último viaje, le fue prohibido también hacer
escala en La Española, la tierra más amada por él. Nunca pasó por su mente que
los reales, como cualquier persona, incumplirían las promesas dadas, llegando a
quitarle casi todos los privilegios otorgados en un pasado reciente. Una
estocada más en la espalda de un hombre ya herido que había hecho de su sueño una
realidad, negándole la posibilidad de disfrutar la merecida recompensa.
Esta
manía de enfrentar viajes a repetición a España, no fue buena estrategia para
Cristóbal Colón. Después de haber informado personalmente a los reyes de los
resultados del primer viaje, debió de haberse quedado en las tierras
descubiertas y gobernar. Debía haber mantenido el contacto pacífico con los
indios que fue uno de los grandes dolores de cabeza no solamente del gran
Almirante, sino también de los gobernantes venideros y no delegar esta tarea a
gente sin escrúpulos que empeoraron la situación. Debía haberse dedicado a nuevos
descubrimientos, a fundar nuevas ciudades, a intentar resolver todo los
problemas colaterales de una empresa tan difícil. A los reyes, debió enviarles solo mensajeros para informarlos de la situación y pedir lo necesario para el buen
proseguimiento de la empresa. Seguramente su destino habría sido mejor. Perder
tiempo en ir y volver de España, era lo más imprudente que podía hacer,
arriesgando también su vida en travesías tan peligrosas. Los reyes tienen que
quedarse a gobernar sus reinos. Colón iba
a España para recibir los halagos que su alma de narciso exigía y para vanagloriarse
ante todos aquellos que quisieron obstaculizar su empresa, defendiendo
innecesariamente sus hechos. Esos viajes fueron la peor decisión de su vida y
empeoraron su situación frente a los reales y de la corte. Tenía también un
débil por la reina y sufría a estar lejos de ella, aunque su devoción o amor
fue platónico.
A pesar de todo, en
marzo de 1502 recibe el cometido de preparar un cuarto viaje, cuyo objetivo era
de hallar el estrecho para lograr paso al continente asiático. Se prepararon
cuatro carabelas con ciento cuarenta hombres, entre los cuales figuró el otro hijo del descubridor, Hernando,
que escribió un relato del viaje. Partieron en mayo de 1502 pasando por
Martinica, Dominica, Jamaica y Cuba. De allí navegaron hacia la costa de Honduras,
Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde lograron rescatar cierta cantidad de oro.
Tras sufrir un ataque indígena, se dirigieron hacia Cuba, naufragando a la
altura de Jamaica. El cuarto viaje de Colón estableció que, desde Honduras a
Brasil no existía algún paso hacia el Oriente. En Noviembre del 1504, Cristóbal Colón, hombre de gran perseverancia que realizó la más extraordinaria expedición de todos los tiempos, regresaba enfermo a España para morir en una humilde casa en Valladolid, el 20 de Mayo del 1506.
El gran Almirante fue ásperamente
criticado de los hombres de su tiempo, por su ineficacia en el manejo de estos nuevos
territorios. A pesar de todo, ninguno después de él, pudo mejorar la situación,
no por falta de imaginación o experiencia, sino por no poner orden y establecer
leyes en poco tiempo, era una misión imposible. Además, dejaron por el camino enfermedades,
combates y muertes. Todas las naciones europeas, sobre todo aquellas que no
quisieron apoyarlo en su empresa, en perene conflicto entre ellas, se lanzaron
en una carrera contra el tiempo, para llegar antes que los otros a depredar y ocupar
territorios, aprovechando la imposibilidad de los españoles de controlarlos. El
reino del Gran Kan se había esfumado de sus mentes y la vía para las Indias era
un recuerdo pasado, ocupados como estaban en acaparar territorios y riquezas. El
pensamiento estaba dirigido a saquear y a enriquecerse, en manera lícita o ilícita.
La trata de los esclavos, parte de este plan, fue el más descabellado de la
historia de la conquista del Nuevo Mundo. Esta brutalidad fue avalada también
por la Iglesia que había decretado que los negros, no eran seres humanos. Se necesitaron
siglos para poner orden en el nuevo continente, entre las naciones y las
conciencias humanas.
La algarabía lejana todavía retumba,
de despreocupadas doncellas en alegría,
rondando la primera calle en penumbra,
la nobleza remota cabizbaja seria crujía.
Piedras amontonadas en cimentos,
mundos desde siempre azonzados,
el arte se santifica en monumentos,
entre las manos de laboriosos prelados.
Sobrehumanos intentos en tierra pintada,
florecen perlas en un ángulo inmaculado,
un vaporoso vestido deja una firme pisada,
que provechos todavía no han originado.
Fotografías extraídas del libro "Colón y yo" 2011
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